La Producción Bélica en la Fábrica de óleum. Por J.L.Mohedano

J.L.Mohedano

 

LA PRODUCCIÓN BÉLICA EN LA FÁBRICA DE ÓLEUM
Por J.L. Mohedano

Hace unos días alguien me comentó que al hacerse las obras de remodelación de la fuente de la Poza se habían puesto al descubierto unas conducciones de agua que llevaban tan esencial elemento hasta las desaparecidas instalaciones de la Fábrica de Óleum, -“L’Oleón” para nuestra habla popular- en las proximidades del distrito de Peñarroya. Aquel descubrimiento había llevado a exponer a otro de los presentes el hecho de que en aquel establecimiento se habían fabricado bombas durante la Segunda Guerra Mundial –probablemente para los aliados alemanes que tanto habían ayudado a conseguir la victoria sobre el legítimo gobierno de la República al Generalísimo Francisco Franco-
Y es que en el imaginario colectivo de los peñarriblenses ha quedado un difuminado recuerdo, teñido por ribetes legendarios – a pesar de la cercanía temporal - del potencial económico e industrial de la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya, la todopoderosa trasnacional francesa instalada junto a la aldea de Peñarroya desde 1881, capaz de transformar la vida y las costumbres de los habitantes de estos pueblos del Guadiato y de hacer que los chozos y casas de nacidos al calor de las explotaciones mineras se convirtieran en la población más importante del norte de la provincia cordobesa y en la más visible impulsora del Progreso en un escenario económico dominado por la agricultura y la ganadería fundamentalmente.
La Fábrica de Óleum nació como una consecuencia lógica de la expansión industrial generada por la Primera Guerra Mundial para complementar a la Fábrica de Productos Químicos existente en el Cerco Industrial terriblense y no fue terminada y puesta en funcionamiento hasta1920, por lo que teóricamente pudo producir el gas con el que unidades del ejército colonial español al mando del entonces coronel Franco, atacaron en 1923 a las poblaciones rifeñas, como también se contaba por alguno de los mayores peñarriblenses, bien es verdad que ellos solamente contaban que se habían fabricado bombas de gases tóxicos desconociendo cual pudiera haber sido su destino. Lo cierto es que el gas que contenían las bombas con las que se masacraban a los rifeños era la iperita que, a pesar de las limitaciones impuestas por el tratado de Versalles era adquirido a los derrotados alemanes, mientras los franceses, desde el denominado Marruecos Francés, miraban hacia otra parte para no ver lo que sucedía en el vecino Protectorado Español que ocupaba el resto de aquel Marruecos del rimbombante y vacuo Imperio Jerifiano repartido tras la conferencia de Algeciras hace ahora 100 años entre los dos estados mediterráneos para prevenir las pretensiones coloniales germánicas de Guillermo II.
En 1930 la crisis que se vivía tras el “Crack” financiero de 1929, que como la que estamos padeciendo actualmente llegó con retraso a España, provocó, además de la caída del Dictador D. Miguel Primo de Rivera, en la Cuenca del Guadiato graves problemas de paro “forzoso”, como se denominaba entonces, entre los obreros de la Cuenca del Guadiato, paros parciales o totales de fábricas, minas y talleres que se agudizarían durante el tiempo de la República. Una de las “víctimas” de esta situación fue la Fábrica de Óleum que no volvió a ponerse en marcha hasta después de la ocupación de Peñarroya-Pueblonuevo por las columnas facciosas de Gómez Cobián y del Teniente Coronel Álvarez Rementería el 13 de octubre de 1936.
Militarizados todos los servicios de la Sociedad Minera y expulsado el personal francés, a pesar de las simpatías con la que se había visto en las oficinas parisinas del nº 12 de la Place de la Vendôme la toma de la población – el profesor Moreno Gómez habla de que incluso corrió generosamente el champán al saberse la noticia en París- Se hizo cargo de todo el complejo minero-industrial el ingeniero español D. José Gutiérrez de la Losilla con grado de Teniente Coronel que, inmediatamente trató de poner en servicio la Fábrica del Óleum al imprescindible este producto para la fabricación de pólvora en la fábrica de Granada, la única de este género que había quedado en la zona nacional.
A pesar de las tremendas dificultades encontradas debidas al largo periodo de abandono y a la corrosión ocasionada por los restos del óleum, se llevaron a cabo las reparaciones imprescindibles que permitieron que se pudieran enviar 17986 toneladas a la fábrica granadina al finalizar ese año. Durante los años siguientes y, a pesar de las dificultades derivadas de la cercanía del frente de guerra, que ocasionó importantes bombardeos artilleros y de la aviación republicana, se sumaron otras como las dificultades a la hora de adquirir materiales de repuestos y, sobre todas la falta de recipientes adecuados para su transporte. Al término del conflicto, a pesar de todos estos problemas, se habían exportado para la fabricación de pólvora 3.424,203 toneladas de óleum.
Llegó después la Segunda Guerra Mundial y aunque las simpatías por los países que integraban el Eje eran entre los vencedores de la contienda civil generalizadas, el país no estaba para alegrías exportadoras, aunque había que pagar en especies -las divisas habían sido malgastadas por la República en el esfuerzo de organizar un ejército popular capaz de defenderla de los golpistas- y así a los alemanes se les permitió llevarse ese extraño material que era el uranio de El Cabril o wolframio, para el blindaje de los panzer de los yacimientos existentes en los cercanos Pedroches o que se montase la fábrica para la destilación de las pizarras bituminosas en la cuenca hermana de Puertollano con el fin de obtener combustible, por no citar más que de zonas cercanas o relacionadas con nosotros.
Tal vez alguno de los obreros que trabajaban en la Fábrica de Óleum fantaseasen con el destino de aquel ácido. Tal vez cualquier entusiasta falangista creyera que se estaba ayudando con esta sustancia a la victoria en la cruzada antibolchevique en Europa pero lo cierto es que bastante tenían las fábricas militares españolas con intentar abastecer a un ejército que por boca de su Caudillo había asegurado que dispondría de un millón de hombres para defender Berlín si la ocasión se presentara y que luego vio con recelo como los Aliados al desembarcar en el Norte de África se convertían, a pesar de las seguridades ofrecidas, en una amenaza inminente
Aunque el ocaso definitivo de esta planta química fuera en los años cincuenta, sus ruinas se mantuvieron hasta que ENCASUR, la empresa heredera de la SMMP, decidiera su voladora ya a finales del siglo XX al ampliarse las explotaciones a cielo abierto de la Corta Cervantes.
Hay más leyendas urbanas relacionadas con estos temas de la fabricación de armas por la SMMP, pero las dejaremos para otra ocasión.
 

 

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