Minas de Alquife

Archivo: Alquife.jpg

En el oriente andaluz, a 80 kilómetros al este de la

ciudad de Granada, se encuentra el municipio de

Alquife. Apenas nos hemos alejado de la ciudad de

Guadix por la A-92 en dirección a Almería y la recta

surca una llanura delimitada al sur (a nuestra derecha)

por la majestuosa mole de Sierra Nevada y al norte,

mucho más modesta, por la sierra de Baza, extremo

occidental de la sierra de los Filabres: estamos en el

Marquesado del Zenete, un pequeño país de 500 kilómetros

cuadrados y fuertes rasgos, a caballo de las elevaciones

serranas y de un altiplano cuya altitud media

supera los 1.100 metros. Siempre a nuestra derecha,

delante del imponente anfiteatro montañoso, dos testigos

rigurosos se atreven a reclamar nuestra atención:

en el sentido de la marcha, de oeste a este, contemplamos

primero la gigantesca escombrera minera que

hace ya muchas décadas robó protagonismo paisajístico

a los cerros que interrumpen la monotonía del altiplano;

inmediatamente después, dominando desde uno

de estos promontorios la llanura cuarteada por la agricultura

parcelaria de la vega, una pequeña joya renacentista

del siglo XVI, el castillo-palacio de La Calahorra,

propiedad de uno de los grandes de la nobleza peninsular,

la casa del Infantado. Al salir de la autovía reajustamos

los testigos del itinerario al orden histórico: primero

ahora el castillo, manifestación de un feudalismo

tardío; y enseguida el producto del formidable movimiento

de tierras hijo de la actividad minera del último

siglo, muy ligada a los grandes capitales internacionales.

Entre ambos hitos apenas 3 kilómetros en línea

recta... pero un abismo en la evolución económicosocial,

un relevo en el modo de producción dominante

en el entorno. No se encuentra entre los menores valores

del paisaje que desde cualquier rincón de esta región se

nos abre su enorme poder de evocación de un tipo particular

de transición al capitalismo, resumido en un

campo visual tan abarcable y, a la vez, con tan profuso

detalle de elementos: además de la fortaleza-emblema

del viejo poder señorial y la fuerza de los signos materiales

de las transformaciones mineras, una morfología

agraria que refleja el peso de la pequeña propiedad en

el sistema agro-social y su dependencia hídrica de la

Sierra, omnipresente al fondo: por todas partes un panorama

que nos interroga sobre las relaciones y combinaciones

entre las dos bases de una formación económico-

social ambigua, entre dos finalidades y dos tipos

de explotación de los recursos-clave (tierra, agua... y

hombres).

Alquife está lejos de la notoriedad de otras áreas

mineras peninsulares: las del carbón asturiano o el hierro

vizcaíno por ejemplo, pero también, en la propia

Andalucía, de lugares como Linares, Riotinto o

Peñarroya, o de la sierra almeriense de Gádor. No faltan

motivos para ello; casi todos estos nombres significaron

en algún momento auténticas conmociones en los mercados

internacionales de minerales, y dos de ellos sirvieron

de divisa a dos grandes empresas de amplia trayectoria

en el sector. Ahora bien, Alquife fue, hasta el

cese de la extracción a finales de 1996, e ininterrumpidamente

durante 30 años, el principal centro productor

de mineral de hierro en España; de su subsuelo salieron

a lo largo del siglo XX más de 110 millones de toneladas

de mineral (óxidos con una ley en hierro del 50 al 54%)

con destino a un nutrido grupo de siderurgias europeas.

Las reservas del yacimiento alquifeño (producción

incluida) se han calculado prudentemente en unos 170

millones de toneladas, que lo sitúan entre los más ricos

depósitos de mineral de hierro del continente. Esta periferia

minera hispana demasiado discreta tuvo un reflejo

menor y confuso en reputados manuales económicos

editados en los años 80, cuando Alquife alcanzaba su

cenit de producción. Tras el cese de la explotación a

finales de 1996, el presente, sobre todo para Alquife, se

ha vuelto desolador, y las alternativas a la mina apenas

se vislumbran. En la hora de los intentos de potenciar los

indudables valores naturales y paisajísticos de la zona

como reclamos para un cierto tipo de turismo, no

debería descuidarse un interesante patrimonio históricominero

ahora en peligro. Urgencias sociales presentes y

memoria de un modo de vida centenario. El tiempo

apremia.

1

Un enclave minero en Andalucía interior:

Alquife (Provincia de Granada)

Aron COHEN 2

Juan Francisco ZUBIAUR 3

FORO ARQUITECTURA INDUSTRIAL EN ANDALUCÍA FORO ARQUITECTURA INDUSTRIAL EN ANDALUCÍA FORO ARQUITECTURA INDUSTRIAL EN ANDALU

1

1 Texto reproducido (sin fotografías) del artículo publicado en Patrimoine de I´industrie (ressources, pratiques, cultures) / Industial Patrimony

(resources, practices, cultures), nº 8, 2002, pp. 35-44. revista editada por T.I.C.C.I.H. (www.mnactec.com.ticcih), en asociación con I.C.O.M.O.S.

y el Écomusée de la Communauté Urbaine Le Creusot-Monceau les Mines.

2 Departamento de Geografía Humana, universidad de Granada.

3 Hasta el cierre de la mina, geólogo de la Compañía Andaluza de Minas.

Las etapas de la explotación minera a gran escala

en Alquife (1900-1996)

Hasta 1884 los habitantes de Alquife pudieron extraer

libremente el hierro del Cerro del pueblo, en las inmediaciones

de sus propias casas. Estas sacas modestas surtieron

de mineral a las ferrerías que hasta esta época

funcionaron en el vecino pueblo de Jéres, particularmente

la del Duque de Pastrana. La explotación minera

a gran escala en la zona une a su despegue tardío, en

comparación con la de los yacimientos ferruginosos del

norte peninsular, la característica del entero protagonismo

desempeñado por las grandes empresas extranjeras,

francesas y británicas. Un belga llamado a una

larga vinculación con la minería de la provincia de

Granada y a una enorme relevancia en la vida social granadina

de las primeras décadas del siglo XX, Hubert

Meersmans de Smeltz, fue la figura clave en la etapa que

precedió a la entrada del Marquesado en una nueva era

minera, adquiriendo a módico precio derechos de explotación

que en pocas años iban a conocer una espectacular

revalorización, y atrayendo a los capitales capaces

de emprender el negocio. Los franceses fueron los primeros

en acudir, en los años finales del siglo XIX,

aunque su papel en los inicios de la gran minería de

Alquife será muy limitado y sobre todo fugaz; los británicos

fueron los mejores postores y, desde comienzos

del siglo XX hasta 1929, se repartieron la propiedad del

yacimiento. Alquife Mines & Railway Co. Ltd., creada en

1900 por Millon & Askan y Coltness Iron, una poderosa

agrupación minero-siderúrgica, se hizo con los registros

mineros correspondientes al sector meridional del yacimiento,

bajo el Cerro de Alquife y los terrenos colindantes

con él por el norte. En 1906, William Baird, otro

potente grupo siderúrgico de Glasgow, se hizo con las

concesiones del sector situado al norte y al este del

anterior, en plena llanura del Marquesado, donde

durante más de dos décadas intentó, con poco éxito,

desarrollar una explotación subterránea, antes de abandonar

vendiendo sus activos a la Compañía Andaluza de

Minas, dependiente de la Mokta-el-Hadid.

Emprender la extracción intensiva de mineral de hierro a

un centenar de kilómetros de puerto (Almería) no estaba

al alcance de cualquiera. El enlace ferroviario Guadix-

Almería (1895), tramo de la línea que en 1899 quedó

completada hasta Linares, abrió las puertas a las

grandes explotaciones mineras en el Marquesado. En

cierto modo el ferrocarril forma parte de la acción de la

gran minería sobre el territorio en el sureste peninsular, y

de su legado patrimonial (Gómez Martínez y Coves

Navarro, 1994). Pero que los intereses de la minería y del

ferrocarril aparezcan inseparablemente ligados en una

misma ecuación no quiere decir que respondieran a una

lógica integrada. Al contrario, la tensión ha sido una

constante entre las compañías mineras del Marquesado

y los concesionarios del ferrocarril: en los primeros

tiempos, las empresas mineras, después de dotarse de

ramales para unir las minas con la línea principal (de

11,6 km el de Alquife Mines, disponible desde finales de

1899; y de 15,4 km el de Baird, inaugurado en 1916), se

enfrentaron a la irregularidad del servicio ferroviario y al

fuerte impacto de las tarifas del transporte en sus costes

de explotación, un severo condicionante de la gran

minería en el Marquesado durante sus casi 100 años de

trayectoria: hasta el 50% y más del coste de cada tonelada

embarcada en Almería. La coincidencia en los años

finales del siglo XIX de unas expectativas expansivas en

la demanda industrial y del declive de los rendimientos

en las minas de Vizcaya, principales proveedoras de la

siderurgia británica, explica el interés de ésta en asegurarse

nuevas reservas de minerales, incluso afrontando

los costes de localizaciones hasta entonces poco atractivas,

como en el caso del Marquesado.

Las características del yacimiento de Alquife y la división

de la propiedad minera establecida a comienzos del

siglo XX condicionaron la desigual suerte de empresas y

explotaciones. En la zona del Cerro y sus aledaños,

Alquife Mines pudo desarrollar un laboreo bastante fácil

y económico, combinando los trabajos subterráneos y

en desmontes; sin necesidad de desagüe y con gran

ahorro de entibación y rellenos en los primeros, gracias

a la consistencia de la roca de caja. Al norte, bajo la llanura,

las masas mineralizadas eran más voluminosas y

uniformes, pero estaban guardadas bajo una cubierta

aluvial cuyo espesor aumentaba, de sur a norte, de los

40 a los 160 metros, con la dificultad añadida de la presencia

abundante de aguas a una profundidad de 120

metros (cota media de 1.045 metros) desde la altura

media del altiplano. En 1920, coincidiendo con la

subida del nivel freático hasta su más alta cota registrada

(1052 metros), se hizo evidente la constatación

del fracaso de una explotación subterránea como la

intentada por Baird, muy costosa, por otra parte, en

madera y en mano de obra, dada la formidable envergadura

del escollo aluvional.

Durante toda la primera mitad del siglo XX, la explotación

de Alquife Mines proporcionó la mayor parte del

mineral de hierro arrancado en el distrito minero granadino:

alrededor de 7 millones de toneladas, con unas

producciones anuales que, en los años de funcionamiento

normal, se situaron en torno a las 200.000-

250.000 toneladas, y empleando habitualmente hasta un

millar de obreros. Baird llegó a ocupar a otros 1.000 en

algún momento, aunque desde su instalación hasta la

venta de sus propiedades, en 1929, no hubiera conseguido

extraer más que 800.000 toneladas de mineral. A

lo largo de todos estos años, las explotaciones granadinas

no abandonaron un discreto rango medio en la

geografía minera del hierro peninsular. Los 1.000 a 2.000

empleos (en parte cubiertos por la población campesina

de Alquife y de los pueblos vecinos) resultan muy

modestos comparados con las magnitudes que se registraban

en los principales centros mineros del país, pero

en un espacio de tan débil tejido industrial como el granadino

no dejaban de constituir un fenómeno singular.

2

El relevo de Baird fue esencialmente francés: la incorporación

de dos bancos españoles al capital de la

Andaluza de Minas no quebró la hegemonía de Mokta.

En 1975, Mokta se integró con la Société Minière et

Métallurgique de Peñarroya y Le Nickel (dos sociedades

con estrechos lazos comunes desde sus orígenes) en el

trust Imetal. En 1989, antes del traspaso de las propiedades

de Alquife a la australiana Golden Shamrock,

Peñarroya controlaba la Compañía Andaluza con el 44%

de su capital y otro 17% en manos de su filial española.

La llegada de la Andaluza significó un vuelco completo

en la explotación de los depósitos minerales del llano.

Inmediatamente sus directivos se fijaron el horizonte de

una explotación “a la americana” en una gigantesca

cantera. La orientación adoptada fue la de un laboreo

mixto, combinando el desmonte progresivo y la explotación

a cielo abierto del núcleo del yacimiento con los trabajos

subterráneos en las masas más aisladas y periféricas.

Los resultados se retrasarán, en gran medida

debido a la sucesión de coyunturas adversas de los

años 30 y 40, pero finalmente serán de un gran impacto:

en 1965, por primera vez, la producción granadina de

mineral de hierro superó a la de Vizcaya. Desde 1967,

Andaluza logró extraer toda su producción de la cantera:

el millón de toneladas arrancadas durante ese año será

duplicado en 1971, triplicado en 1978 y cuadruplicado

en 1984. La producción de 1984 era la más elevada de

mineral de hierro jamás conseguida en una sola explotación

en España, una cifra similar a las alcanzadas por el

conjunto de las minas vizcaínas en sus años dorados, en

las décadas finales del siglo XIX y las primeras del XX.

Claro que ni la geografía minera mundial del hierro, ni las

necesidades de la demanda industrial de minerales, ni

las condiciones técnicas, económicas y sociales de la

minería eran ya las mismas. El empleo minero en Alquife,

después de recuperar en los años 50 sus niveles más

altos de la etapa anterior, siguió una trayectoria completamente

contraria a la de la producción, lo que refleja la

orientación capital-intensiva de la explotación de la

Compañía Andaluza y el impulso de la minería de cantera

también en la antigua explotación de Alquife Mines.

Esta compañía británica había sido relevada en 1953 por

Agruminsa, filial de Altos Hornos de Vizcaya, que cesó

sus actividades en 1973 y acabó vendiendo las propiedades

a la Andaluza en 1984.

En 1984 culminó el ciclo expansivo de la Compañía

Andaluza de Minas. La caída de la demanda siderúrgica

interna, su principal cliente desde hacía años, y la

depreciación del dólar, añadidas al lastre tradicional de

los costes de transporte y a los crecientes del desagüe,

prepararon el abandono de Peñarroya en 1989, anuncio

del cese de los trabajos en 1996.

Principales componentes del patrimonio minero:

características, condiciones actuales

y posibilidades

Desde finales de los años 1980, las ideas e iniciativas

patrimonialistas han venido aflorando en relación con

buena parte de las cuencas mineras andaluzas. En

varias de ellas han llegado a adquirir una proyección

ciudadana a partir del círculo reducido de los pioneros,

historiadores y otros especialistas interesados por la

arqueología industrial, y en algún caso se han plasmado

en promesas de implicación de las administraciones.

Pero seguimos a la espera de las realizaciones. Sólo en

Riotinto parece al menos consolidado el conjunto integrado

por museo ferroviario, parque minero-industrial

(ecomuseo) y archivo histórico que desde 1988 y con

sucesivas mejoras gestiona una fundación4.

En Alquife, J. F. Zubiaur elaboró en 1998 un proyecto de

acondicionamiento de un parque turístico minero y

medioambiental. El diseño contemplaba, de un lado, la

adecuación de algunas de las zonas de mayor interés

de antiguas labores mineras de interior y superficie

(mayoritariamente ubicadas en el campo de explotación

de Alquife Mines y Agruminsa) y, de otro lado, la recuperación

del espacio de las balsas de decantación de

lodos mediante un plan específico de actuación

ambiental (humedales). En 2001, la administración provincial

patrocinó otro estudio de recuperación ambiental,

basado en una actuación general correctora sobre las

distintas áreas del coto minero y el aprovechamiento

turístico de la zona de patrimonio industrial. Pero, que se

sepa, ningún avance práctico se ha derivado hasta el

momento.

Por otra parte, las propias circunstancias de la liquidación

de la actividad minera han traído complicaciones

adicionales para la puesta en marcha de los proyectos.

Una mayoría de los trabajadores de la mina se hizo, en

subasta pública, con los derechos de explotación

minera y se propuso reemprender la extracción en el

marco de una “sociedad laboral limitada”, objetivo del

que desistió ante la falta de las subvenciones públicas

que hubieran sido necesarias5. Pero la propiedad de los

terrenos fue adquirida, por idéntico procedimiento, por el

grupo minoritario de los trabajadores y, a finales del

2000, vendida por éstos a unos inversores ingleses. La

operación de compraventa, por 450 millones de

pesetas, incluiría, entre otros elementos, 1.600 hectáreas

de terrenos, 133 casas del poblado minero edificado por

Andaluza, la gran cantera y su escombrera, y una zona

industrial de 17 hectáreas. Al parecer, los compradores,

una sociedad que ha venido desarrollando diversas operaciones

inmobiliarias en la provincia de Granada (particularmente,

rehabilitando viviendas rurales para su

venta posterior a una clientela en general extranjera),

estarían dispuestos a ceder los terrenos mineros a

alguna administración. Transcurrido más de un año

desde entonces no se sabe de ninguna novedad sobre

3

4 P.S. (2005): una paronámica detallada de las iniciativas y actuaciones emprendidas en comarcas mineras andaluzas enestos años sería

mucho más matizada y debería detenerse en otros logros (en Villanueva del Río y Minas, el alto Guadiato, el entorno de Linares o las Menas de

Serón).

5 Desde 1988, los sucesivos propietarios de la Compañía Andaluza de Minas habían recibido subvenciones por un total de 4.500 millones de

pesetas de la administración regional.

la cuestión, y tampoco en relación con los planes anunciados

por un responsable de la sociedad, alguno bastante

asombroso en apariencia6. El poblado minero, o

parte de él, habría sido revendido ya a otro empresario

de Almería, sin que, desde luego, se haya acometido

reforma alguna en sus edificaciones7. Lo que nos consta

y es de agradecer es la comprensión hacia los historiadores

de dos empleados locales que se están ocupando

de una primera clasificación de la documentación de las

oficinas de la mina para un futuro archivo minero.

Una presentación somera del patrimonio minero de

Alquife deberá distinguir entre los elementos preservados

y/o rehabilitables de la minería de interior, la cantera

y otras huellas de la explotación a cielo abierto, y el

espacio residencial generado por el desarrollo de las

explotaciones mineras. Asimismo, no deben olvidarse,

aunque no sean objeto de este artículo, los testimonios

de esta minería fuera de su zona de producción: exponentes

de ingeniería ferroviaria y sobre todo instalaciones

portuarias en Almería; muy especialmente, el

magnífico embarcadero metálico de Alquife Mines, inaugurado

en 1904, “El Cable Inglés”, declarado bien de

interés cultural y a cuya rehabilitación “integral” acaban

de comprometerse las administraciones regional y local

y la Autoridad Portuaria de Almería.

1. Labores interiores de The Alquife Mines y Agruminsa

Es llamativa la absoluta parquedad en reliquias de la

explotación de Alquife Mines y de su sucesora vasca en

lo que a materiales y útiles de trabajo se refiere. Por el

contrario, un notable conjunto de labores subterráneas

se ha salvado en muy aceptables condiciones: el túnel

llamado de San Alejandro (nivel 1.078 m), galería

general de transporte que atravesaba el perímetro

explotado de oeste a este, con su correspondiente plano

inclinado de salida; otro plano inclinado, el San Torcuato,

acceso a los niveles profundos de la explotación (niveles

1.048 y 1.030 m); parte de estos trabajos profundos y de

otras labores de interior asociadas a una zona desmontada

de considerables proporciones conocida como

cantera del 66. Las instalaciones de superficie están

muy deterioradas, apenas reconocibles en casi su totalidad,

con alguna excepción como el depósito de minerales

llamado Burns, cuya inauguración, según consta

en el letrero que preside su entrada, data de 1929.

Sin duda, el túnel San Alejandro constituye la piedra

angular de este conjunto, y desde luego sería el eje de

cualquier proyecto turístico-didáctico de recuperación

en lo que concierne a la minería de interior. Como se ha

dicho, la explotación de Alquife Mines se basó en una

articulación de canteras “en desmonte” y labores subterráneas.

Estas últimas alternaron diversos métodos de

extracción en función de la diferente presentación del

mineral: “cámaras y pilares” sin relleno, allí donde las

masas mineralizadas eran más compactas; “franjas horizontales”

con relleno completo, más costoso pero necesario

cuando debía reforzarse la seguridad; y “realces”

en las formaciones pseudo-filonianas, con escasísima

entibación gracias a la bondad de los hastiales. El

aspecto general de la explotación podía resultar desordenado,

pero funcionó con un notable grado de integración.

Los materiales calcáreos arrancados en las descubiertas

eran separados de los estériles para su empleo

como relleno en los trabajos subterráneos, hasta donde

eran introducidos por pozos especiales; el mineral de

hierro obtenido en los desmontes era vertido por chimeneas

al interior, hasta las inmediaciones del túnel general

de transporte, saliendo con la producción subterránea

por el plano de extracción.

Desde su entrada, a unos 11 metros de la superficie, San

Alejandro tiene una longitud de 1 kilómetro, dividida en

dos tramos de 330 y 670 metros, respectivamente, el primero

en plano inclinado. A lo largo de sus primeros 53

metros los muros fueron revestidos con ladrillos y piedra,

y el techo con hormigón armado entre viguetas de acero

para resistir el terreno diluvial atravesado en ese tramo,

mientras que el resto de su trazado discurre principalmente

por caliza, con intercalaciones de mineral de

hierro. La sección del túnel es de 3,50 x 2,50 metros y en

su interior había dos vías férreas de 60 cm por las que

circulaban los vagones, accionados eléctricamente

mediante cable sin fin. En varios barrancos de la Sierra

próxima han quedado, en desigual estado de conservación,

vestigios de las obras realizadas a comienzos del

siglo XX por las dos compañías británicas entonces presentes

en Alquife para dotarse de sus propios saltos de

agua. En la actualidad una parte del túnel es de difícil

acceso a consecuencia de un hundimiento. Desde hace

más de treinta años ningún trabajo de mantenimiento se

ha llevado a cabo en la instalación. Después de 1984,

los directivos de la Andaluza, propietaria ya de todo el

coto minero, autorizaron el arranque de carriles (de 14

kg/metro) y traviesas (de pino).

Hoy, los mayores peligros estriban en la formación de

grandes charcos de agua de lluvia sobre la parte central

del túnel, y en el riesgo que para la zona bien conservada

de labores más profundas supone la inundación de

la cantera de Andaluza adyacente. Con todo, a muy

corto plazo sería perfectamente habilitable un interesante

recorrido subterráneo de al menos 1,5 km,

ampliable hasta 5, que podría cubrirse por medio de un

pequeño tren.

2. El gigantismo de los trabajos de superficie: la cantera

de la Andaluza y sus anejos

Todo en la minería exterior de Alquife reviste proporciones

grandiosas: la cantera, la escombrera… y el

silencio y la quietud impresionantes de hoy, apagadas

las explosiones y sus humaredas, que sólo el viento

cuando sopla con violencia se permite romper.

El programa de desmonte de los aluviones y desarrollo

progresivo de la explotación a cielo abierto fue atacado

por Andaluza a partir de 1931. En sus fases iniciales (por

4

6 “Un grupo inglés compra Minas de Alquife e invertirá 7.000 millones. Construirá una fábrica de cerámica y varios proyectos de ocio y turismo”,

Ideal, 21/11/00; “Un Silicon Valley en el Marquesado. Inversores británicos proyectan una ‘ciudad tecnológica’ y un parque lúdico en la deprimida

comarca granadina”, El País (edición de Andalucía), 15/01/01.

7 P. S. (2005): la nueva y pronta operación de compraventa fue un hecho y en ella quedaron comprendidos todos los bienes objeto de la anterior.

encima del nivel hidrostático), se fijó como objetivo la

excavación de una superficie de unas 30 hectáreas

hasta una profundidad de más de 100 metros, extrayendo

más de 20 millones de metros cúbicos de aluviones

y casi 3 de caliza, y unos 11 millones de toneladas

de mineral. Para llevarlo a cabo, la explotación fue

dotada con dos grandes palas excavadoras eléctricas y

un moderno sistema de transporte que fue instalado por

Woodford Engineering, de Chicago, con vías electrificadas

y vagones autobasculantes equipados con

motores eléctricos y dirigidos a distancia. El crecimiento

de la cantera se fue produciendo por ensanches sucesivos.

En la década de los 60, un primer dispositivo de

cintas transportadoras sustituyó al empleo de vagones,

y a partir de 1970 se introdujeron los rock-belts, grandes

tolvas acorazadas provistas de mecanismo de cribado

para la separación de los bloques más voluminosos.

Estas máquinas se situaban al pie de la zona a descubrir,

donde eran alimentadas con las tierras aportadas

por un equipo de bulldozers. Una vez cribadas, las tierras

pasaban a los circuitos de cintas transportadoras

hasta la escombrera, aunque en ocasiones servían para

rellenar zonas ya explotadas de la corta. En la misma

cantera, el mineral arrancado era sometido a una

molienda primaria que hasta 1955 se realizó manualmente.

El dispositivo de tratamiento mineralúrgico fue

muy mejorado desde los años 70: en 1972 comenzó a

funcionar una planta de medio denso, destinada a la

separación de la ganga caliza; en 1975 un parque de

homogeneización de mineral con capacidad para

200.000 Tm; un año después, una planta de clasificación

hidráulica para la eliminación del exceso de impurezas

alcalinas; y en 1985, para desarrollar este último proceso,

una novedosa planta de separación magnética de

alta intensidad por vía húmeda: una especie de canto

del cisne de la Andaluza de Minas, a juzgar por la inmediata

precipitación de la crisis de la empresa. En la primavera

de 2001, lo esencial de estas instalaciones

seguía en pie, aunque las ventas de material avanzaban

ostensiblemente. Desde un punto de vista histórico-patrimonial,

es difícil opinar sobre estos hechos, a falta de

una verdadera valoración de cada uno de los elementos

señalados y de su aportación a un posible itinerario

didáctico cuyos límites deberían precisarse. En todo

caso, el interés de unas y otras piezas sería bastante

desigual.

Obviamente, el núcleo de este patrimonio histórico es la

propia cantera con el complemento de su escombrera.

También las balsas de lodos conforman un elemento

destacado, aunque en este caso especialmente idóneo

para su recuperación como espacio natural. Ocupando

una superficie de más de 160 hectáreas y con una profundidad

de 260 metros, la cantera de Alquife rivaliza

con otra excavación andaluza, la célebre Corta Atalaya

de Riotinto, entre las mayores de Europa Occidental. La

escombrera se yergue dominando la llanura del

Marquesado, con una altura media de unos 80 metros.

Con el cese del bombeo, a finales de 1996, se produjo

la inundación de las labores más profundas.

En efecto, desde el inicio de la explotación en descubierto

de la Andaluza y hasta principios de los años 60,

el problema del agua no se había vuelto a suscitar, ya

que el fondo de la cantera se había mantenido sobre la

cota de los 1.046 m. Pero los sondeos realizados confirmaban

la existencia de importantísimas reservas de

mineral mucho más abajo. En 1961 se completó la perforación

de un túnel de desagüe de 3,5 km (reducidos

después a 3, por el desarrollo de la cantera), que entró

en funcionamiento dos años después. Las exigencias

del desagüe crecieron con la explotación. En algunas

áreas, un material arcilloso conocido como “rubial”,

impermeable, se interpone entre los estériles y las

masas calcáreas, provocando la escisión de la capa freática

en dos, una de ellas “suspendida” entre los aluviones

y, por esta razón, indiferente al drenaje en el

fondo de la cantera. Como consecuencia de ello, los

taludes en terreno aluvial exudan, con la consiguiente

amenaza para su estabilidad. Después de cinco años

sin desagüe, el desmoronamiento de algunos taludes

está muy avanzado. Las aguas cubren aproximadamente

la mitad del hueco de la explotación y la casi totalidad

del yacimiento propiamente dicho. Importantes

tramos de las pistas de acceso, por donde transitaban

los camiones con cargas de hasta 100 Tm, están cortados.

Qué usos podrían tener estas aguas, qué correcciones

cabría aplicar a la cantera y cómo preservar las

labores subterráneas más profundas y expuestas son

cuestiones que una intervención seria en favor del patrimonio

histórico minero deberá tener presentes.

3. El poblado de Andaluza y otras construcciones de las

empresas mineras

Totalmente contigua a la explotación se encuentra la

barriada llamada de Los Pozos. Se trata de un verdadero

poblado minero levantado por la Compañía Andaluza

entre los años 50 y los 70, a partir de un núcleo inicial de

casas para el personal directivo que data de los años 30,

entre las que sobresale la espléndida casa-dirección,

una bella mansión ajardinada, con dos plantas y una tercera

en torreón. La estructura del poblado reproduce en

el espacio residencial la jerarquía de las relaciones de

producción en la empresa: chalets individuales para

ingenieros; chalecitos adosados igualmente dotados de

jardines para técnicos de grado medio; casas dispuestas

en hileras, de una planta, para encargados,

capataces y administrativos; casitas adosadas también

en hileras para obreros. Las sucesivas edificaciones

dejaron el poblado dividido en dos sectores por la vía

del tren, morfológicamente diferenciados: al norte, la

parte más antigua y más próxima de la explotación, de

casas unifamiliares de una planta; al sur, grupos de

viviendas adosadas, de dos plantas, construidas en los

años 60. El conjunto edificado incluye capilla, hospital,

clubs separados para ingenieros, facultativos y obreros,

economato, varias escuelas, campo de fútbol y otras instalaciones

destinadas a satisfacer el ocio de sus moradores.

Tras el cierre de la explotación el poblado ha quedado

casi enteramente deshabitado, y los signos de

5

deterioro son visibles en bastantes de sus construcciones.

Si a finales del 2000, entre los proyectos anunciados

en la prensa provincial y regional por el nuevo

propietario inglés, se llegó a hablar hasta de una futura

“villa turística” en el antiguo poblado, las noticias (¿o

rumores?) de su venta, a mediados del 2001, no trascendieron

a los medios.

En comparación con otros ámbitos mineros peninsulares,

incluso en la misma Andalucía, la tardanza con la

que las compañías de Alquife se decidieron a crear un

espacio residencial propio para parte de su personal

puede entenderse como una manifestación del tipo de

relación establecido, a partir de 1900, entre las grandes

empresas mineras y el sistema agro-social característico

de la comarca: el minifundio agrícola en el entorno cercano

de la mina fue el más eficaz proveedor de fuerza

de trabajo para las compañías. A módico precio, según

se desprende del diferencial apreciable durante

décadas entre los salarios mineros de Alquife y los de

otras cuencas españolas (incluidas las andaluzas de

mayor renombre, con muy pocas excepciones). Todavía

en 1959, uno de los ingenieros franceses de la Andaluza

aludía a la ambigüedad profesional frecuente entre los

mineros de Alquife y observaba una dependencia de la

estabilidad en el empleo y las facilidades de reclutamiento

respecto de las cosechas. El impulso de la

extracción a cielo abierto redujo, a partir de los años 60,

el empleo minero, pero tuvo que incrementar el peso

relativo de los trabajadores especialistas, mejor remunerados,

pero también más difícilmente reemplazables; de

ahí el empeño renovado de la empresa en estabilizarlos.

Recuérdese, asimismo, el contexto de crecimiento,

importante pero polarizado, en la España de estos años

y el fuerte éxodo rural en la región como expresión de

estas disparidades geográficas.

En 1960, Agruminsa inauguró su propia barriada,

Nuestra Señora de Begoña: un conjunto alineado de 100

casas, en bloques de 2 o 4 viviendas, a cuya propiedad

los obreros, primero arrendatarios, pudieron acceder

tras el cese de la explotación de esta filial de Altos

Hornos de Vizcaya. Mucho más preservadas del polvo de

la mina, el blanco intenso de sus muros contrasta con la

monotonía del tono rojizo de la hematite que impregna

todas las construcciones de Los Pozos. Situada al sur del

pequeño término municipal de Alquife, junto a las primeras

estribaciones del monte, la barriada, muy habitada,

aparece ahora plenamente integrada en el tejido edificado

del pueblo, con un aspecto general que evoca el de

algunos conjuntos de viviendas de promoción pública de

la misma época en localidades mayores, aunque en una

versión muy mejorada. Hoy, su trazado y un callejero que

rinde homenaje a nombres señeros de la gran empresa

vasca siguen recordándonos sus orígenes.

The Alquife Mines edificó algunas confortables mansiones

para sus ingenieros en los primeros años del siglo

XX, además de habilitar distintas instalaciones para uso

de los trabajadores y sus familias (servicio médico,

escuela, cooperativa de consumo, cine). Las primeras

son muy contados exponentes del tipo de fusión entre

elementos autóctonos y estilo colonial que en Riotinto sí

adquirió las dimensiones de una barriada. Destaca la

casa-dirección de la compañía y sus anexos: el antiguo

cuartel de la Guardia Civil (el primero del que dispuso en

el pueblo, proporcionado por la empresa británica) y el

hospital. Fue la petición de un destacamento por parte

del primer director británico, George H. Bulmer, lo que

motivó, en 1900, cuando la empresa iniciaba su andadura

en la región, el traslado del puesto de la Guardia

Civil de La Calahorra (a 3 km de la mina) a Alquife: de la

antigua sede señorial al núcleo minero. Otro signo de los

nuevos tiempos que entonces se abrían a la comarca.

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Minas de Alquife

Las minas de Alquife poseen unos relevantes valores históricos, geológicos, paisajísticos, técnico-industriales y etnológicos, que han derivado en una forma de vida y de trabajo determinadas, configuradores de una identidad colectiva en el territorio. Como parte fundamental de la historia y del legado minero-industrial andaluz, el conjunto minero está incoado Bien de Interés Cultural

Si bien en el periodo nazarí fue Alquife el principal productor de hierro de al-Ándalus, será en los siglos XIX y XX cuando alcance su estadio álgido, convirtiéndose en el mayor centro productor de hierro de España. Este patrimonio industrial minero posee una especial relevancia en la provincia de Granada. Las minas de Alquife están formadas fundamentalmente por el coto minero y, alejado de este, la casa de máquinas del salto de agua. El coto minero, dedicado sobre todo a la extracción de hierro y en menor proporción de cobre y plata, presenta tanto la explotación en galerías subterráneas como a cielo abierto y, toda una serie de edificios auxiliares destinados al tratamiento, análisis del mineral, reparación y almacenamiento del mismo, zona residencial del personal de la mina y espacios de carácter social (escuelas, hospital, iglesia…), correspondientes en su mayoría a época contemporánea.

El conjunto minero se encuentra en los términos municipales de Alquife, Lanteira, Aldeire, y Jérez del Marquesado, en la provincia de Granada (Andalucía). En este Bien se aprecian dos partes fundamentales: la casa de máquinas del salto de agua y el coto minero que, aparte del conjunto de minas, dispone de instalaciones industriales, cargaderos de mineral, poblado de Los Pozos, puente de hierro y vías de ferrocarril.

El yacimiento de Alquife constituyó el potencial de hierro más importante de Europa. Desde el siglo X-XI, en épocas omeya y taifa, se registran los vestigios más antiguos de explotación minera. Alquife se configura desde la etapa nazarí como el principal centro productor de hierro del Zenete. Las minas en este período islámico se situaron cerca del castillo, pues desde él se ejercía el control de las mismas. Tras la conquista cristiana, en 1485, Guadix siguió siendo un importante centro siderúrgico gracias, en buena medida, al mineral llegado de Alquife. La minería de época moderna estuvo descapitalizada y fue propiedad del marqués de Zenete. Si bien, el auge de la minería del Zenete llegó a comienzos del siglo XX, el capitalismo introdujo en la minería industrial nuevas técnicas y maquinaria de explotación modernas que permitieron extracciones ingentes y rápidas, fundamentalmente, de hierro, pero también de cobre y plata. Durante este período las explotaciones mineras reaprovecharon las excavaciones del Cerro y se extendieron hacia la llanura. Las minas de Alquife son un ejemplo paradigmático, como sucedió en Linares (Jaén) o en Peñarroya-Pueblonuevo (Córdoba), donde gran parte de las concesiones y derechos de explotación estuvieron en manos extranjeras.

La explotación de las minas de Alquife estuvo dividida entre dos compañías. La parte del Cerro y aledaños perteneció a Alquife Mines hasta 1953, cuando se vendió a Agruminsa, propietaria de Altos Hornos de Vizcaya. El sector de la llanura, ubicado al norte y este, fue en un principio del grupo escocés W. Abrid, pasando posteriormente a la Compañía Andaluza de Minas que dependía de Monta- el- Hadad, quien a su vez se fusionó con la Sosiegue Viniere de Metallurgique de Peñarroya. En 1984 todas las explotaciones mineras fueron adquiridas por la Compañía Andaluza de Minas y se formó el actual coto minero.

Fue la CAM quien impuso un sistema de explotación «a la americana» en una gigantesca cantera, llamada la corta, de donde obtuvo los máximos tonelajes productivos de mineral. Esta compañía fue quien construyó el poblado minero «Los Pozos» entre los años 50 y 70, el cual supuso la creación, por primera vez, de una plantilla de mineros asentados cerca de la explotación minera, y la dotación de un cuerpo profesional jerárquicamente especializado y con trabajo estable. Esto significó una mejora considerable de las condiciones de trabajo y de vida para parte de la población de Alquife y municipios vecinos. Anteriormente, el trabajo minero había sido un empleo temporal (alternado con el de jornalero), con salarios muy bajos, sometido a unas duras condiciones de control, y exposición a frecuentes accidentes y enfermedades, ante la práctica inexistencia de medidas de seguridad y prevención.

Hasta 1996 (fecha en la que se produjo el cierre de la mina), y durante la última treintena de años en activo, fue el principal centro productor de mineral de hierro de España, suministrando incluso a los Altos Hornos de Vizcaya y exportándose a diversos países como Gran Bretaña, Francia, Holanda, Bélgica, Italia, Alemania y Rumanía. Para hacer viable esta comercialización, el coto minero se dotó de unos modernos equipamientos de tratamiento del mineral (como la planta de tratamiento por medio denso y la planta de tratamiento por separación magnética, situadas en el parque minero) y almacenamiento, así como de la construcción de una gigantesca infraestructura de transporte, el cargadero de mineral y salía desde el mismo coto minero atravesando los llanos de Guadix, descendía por el valle del río Nacimiento y llegaba hasta Almería, donde se descargaba y, por vía marítima, partiendo rumbo al extranjero y al Norte de España.

A esta infraestructura hubo que sumar otra fundamental para el funcionamiento de la industria minera, la red eléctrica, lograda a través de distintas fábricas de luz, de las que sólo se conserva una pequeña instalación conocida como «casa de máquinas del salto de agua». Gracias a la minería industrial, la electricidad llegó a los hogares de la comarca del Marquesado de Zenete, lo cual supuso un considerable avance tecnológico para una zona tradicionalmente deprimida.

Las minas son el elemento más visible de la comarca, comprenden el Cerro de Alquife y un área hacia el norte que presenta una extensión de unos 2 km y una superficie aproximada de 633 ha, delimitada por la rambla de Lanteira al oeste y la de Alquife y Benéjar al este. En las minas se encuentran desde las explotaciones semisubterráneas, que perforan el cerro del Castillo, hasta la explotación minera a cielo abierto o corta, de casi 300 m de profundidad y actualmente semiinundada formando un lago artificial, con agua del acuífero. La altitud media del coto es de 1.160 m que se corresponde con la curva de nivel que se sitúa en el centro de la corta principal.

Esta zona minera, singular por su medio natural transformado y antropizado, configura un paisaje rojizo que está repleto de hondonadas excavadas, alternadas con llanuras. Dicho paisaje es el resultado de la evolución histórica, de una prolongada explotación minera desde los siglos X y XI hasta finales del siglo XX.

El patrimonio técnico-industrial destacó por aplicar desde finales del siglo XIX hasta 1996 las técnicas más modernas de extracción y tratamiento del mineral de hierro de la época. De dicho patrimonio se conservan algunos interesantes elementos a preservar.

Partes integrantes del Coto de las minas de Alquife Las minas El valor geológico de las minas de hierro de Alquife radica en su enclave. Están situadas en el seno del Distrito Minero del Marquesado y están formadas por mineralizaciones de óxidos e hidróxidos estratoligadas en los mármoles permotriásicos, aunque con morfologías extremadamente irregulares. Todo el conjunto, de edad triásica, pertenece a la secuencia de cobertura del Manto del Mulhacén o Complejo Nevado-Filábride, zona Bética.

Entre las minas semisubterráneas o de galería sobresalen:

Las minas del Cerro del Castillo se encuentran al norte del pueblo, en el Cerro de Alquife y en torno a las ruinas del Castillo. En ellas se asientan las explotaciones mineras más antiguas, del siglo X-XI, que siguieron activas y excavándose hasta mediados del XX. En este lugar se encuentran varias explotaciones, entre las que cabe destacar por su antigüedad y riqueza: la concesión «La Oportunidad», la primera concesión belga de la época contemporánea situada en el Cerro del castillo; y en los aluviones de este, la «Cueva del Castillo», la «Cueva de los Grajos», la «Cueva de la Cebada o del Corral» y otras dos en la ladera sur, sobresaliendo la que presenta la inscripción «Gran afloramiento» pues conserva restos de la antigua alquería. Otras galerías mineras a reseñar son las ubicadas al fondo de la Corta, por la torre este del castillo que son estrechas e irregulares. En la ladera este del cerro se halla la «Cueva de las Cinco Bocas» que consiste en un grupo de pequeñas minas. También se abre una trinchera de unos 2 m de profundidad que desemboca en una gran corta que se corresponde con la «Cueva de los Almendros» al oeste y la «Cueva de los Ladrones».

Labores de interior de The Alquife Mines y Agruminsa. Son un conjunto de labores subterráneas entre las que destacan: Túnel de San Alejandro, Plano inclinado de San Alejandro, Plano inclinado de San Torcuato y Labores del nivel 1030, Conjunto de las labores del 66 que está constituido por un entramado de pequeñas explotaciones, pozos y chimeneas anexas a la corta del 66. La galería general comunica con el túnel de San Alejandro.

Entre las minas a cielo abierto cabe mencionar:

La corta principal. Representa una de las mayores explotaciones a cielo abierto de Andalucía junto con la corta Atalaya de Río Tinto (Huelva). Posee una superficie de 1,5 km² y una profundidad media en torno a 225 m. Como consecuencia de la paralización del bombeo, la cantera se encuentra inundada en un 50% de su volumen.

Cantera del 66. Es una pequeña explotación a cielo abierto de Agruminsa, de 413 m², contigua a la carretera de acceso al poblado minero de la Compañía Andaluza de Minas. En sus paramentos se observan los vestigios de las antiguas labores de interior. Su actividad finalizó en 1973.

Poblado minero Contigua a la explotación se encuentra la barriada de Los Pozos, poblado minero construido por la Compañía Andaluza de Minas entre los años 50 y 70, a partir de un núcleo inicial de viviendas residenciales para el personal directivo que data de los años 30. La estructura del poblado reproduce en el espacio residencial la jerarquía de las relaciones de producción en la empresa: la Casa de Dirección es de tipo regionalista, una mansión ajardinada con pista de tenis, dispuesta en dos plantas más una tercera con torreón, y planta de sótano. Para los ingenieros y el médico se hicieron chalés individuales con amplio jardín y huerto; con el mismo esquema compositivo, chalecitos adosados para técnicos intermedios; casas dispuestas en hileras de una planta para encargados, capataces y administrativos; y pequeñas casas adosadas, también en hileras, para los obreros. La sucesiva ampliación del poblado dejó al mismo dividido en dos por la vía del tren minero. El conjunto edificado incluye capilla, hospital, clubes de ingenieros (1973) y de obreros, economato y varias escuelas (una de ellas rehabilitada en 1984 y transformada en laboratorio y oficinas).

Parque minero, oficinas y otras instalaciones industriales El Parque minero es una zona de diversas instalaciones destinadas al tratamiento, almacenamiento y transporte del mineral y a varios servicios para trabajadores. Se compone de los siguientes espacios:

La Planta de Tratamiento de Medio Denso (PMD), situada junto a las antiguas oficinas de la CAM. Está dedicada al lavado y cribado del hierro. Es un edificio de estructura metálica de dos plantas Consta de dos cubas para lavado y cribado, tambor de separación tipo Wemco, vobrotamices, separador magnético, depósito de medio denso, bombas y diluido, así como algunas cintas transportadoras para mover el material desde unos elementos tanto útiles como de desecho. Dicha planta fue construida en 1972.

La Planta de Tratamiento por Separación Magnética (SMAIH) es una instalación de alta tecnología puesta en marcha en 1984 que se hizo para sustituir a la PMD. Está situada en la parte oriental del coto minero y está constituida por dos edificios de dos plantas, la antigua planta de Clasificación Hidráulica y la nueva de Separación Magnética. El conjunto consta de tambor de clasificación, separadores magnéticos, tambores de espesado, filtradores y concentradores que contienen filtros, prensa y filtros banda.

El Cargadero de mineral y ferrocarril de la Compañía Andaluza de Minas. Está integrado por un almacén-tolva gigante, con dispositivo para la carga directa a trenes, así como de una sala de control aneja. Las vías férreas transportaban el mineral desde Alquife a la general de Guadix y al puerto de Almería. Se construyeron en la primera década del siglo XX. Una parte del trazado queda incluido en el coto minero.

Los Talleres y Almacenes son naves metálicas independientes de muy grandes dimensiones y en cuyo interior disponían de todo lo preciso para su operatividad.

Los Vestuarios y el Comedor es un edificio de una sola planta para el desarrollo de estas funciones.

La Oficina Principal es el inmueble donde se ubicaba la dirección, administración y gabinetes técnicos. Se trata de un edificio rectangular construido en mampostería, de grandes dimensiones (715 m²) y una sola planta. El techo es de fibrocemento. El edificio se organiza en torno a un pasillo central y despachos a los lados. La zona de administración es la única sala dividida por paneles.

El Almacén de Testigos es una nave de una sola planta de grandes dimensiones donde se guardaba los testigos de sondeos realizados por la Compañía Andaluza de Minas. Para ello dispone de unas estructuras de hierro a modo de estanterías.

El Antiguo Laboratorio y Casa de Geología es una antigua vivienda de tipo chalecito reconvertida para esos usos.

La Subestación Eléctrica es un moderno edificio dotado con todo el material para la transformación de corrientes de elevada tensión y control de distribución.

Las Oficinas de Planificación. Se trata de un edificio de planta baja situado frente a la Oficina Principal. Es el resultado de la adaptación de antiguas viviendas. En la parte trasera de estas oficinas de la CAM se encuentra un molino eléctrico destinado originalmente a mover algún elemento de la planta de tratamiento antigua y para la molienda del mineral. Tiene una rueda a la que se transmitía el movimiento mediante una cinta. La estructura está anclada a dos pilares de hormigón. Es una máquina de hierro de la marca J. Juste, de Bilbao.

Los Polvorines Antiguos y Modernos. Los antiguos polvorines se sitúan próximos a la corta, en el paramento sur, junto al mirador del skip. Son cuatro casetas dispuestas en los vértices de un cuadrado y protegidas por un muro de tierra de 3 m de altura. El polvorín moderno se sitúa justamente en el otro extremo de la cantera, en la ladera oeste de los vacies de aluviones. Se trata de una moderna instalación dotada de una alambrada metálica.

El Conjunto de Antiguas Instalaciones de The Alquife/Agruminsa. Se disponen según un recinto cerrado y están situadas junto a la cantera del 66. Todas ellas están en un estado muy deficiente y corresponden a talleres mecánicos, una amplia nave, un almacén del equipo de sondeos, economato, panadería, subestación y antigua fábrica de briquetas con su correspondiente horno. Junto a esta antigua fábrica se halla una interesante maquinaria de la segunda mitad del siglo XX, el separador con tolva.

Entre la maquinaria de interés tecnológico en este parque minero se halla la Acopiadora o Cinta Transportadora, fechada entre las décadas de los 60-70. Se trata de una de las piezas fundamentales y de más envergadura dentro del equipamiento del coto minero, ya que gracias a éstas se traslada el mineral extraído para su limpieza y transformación a lo largo de todo el coto. Dicha maquinaria está situada en el centro de éste. Es de hierro, excepto la cinta que es de goma y su color es amarillo. La acopiadora se encuentra montada sobre cuatro soportes en las vías férreas que atraviesan longitudinalmente el parque de mineral. En la parte baja tiene una pequeña tolva para la carga y una cabina con los mandos. Su largo brazo es sujetado mediante tirantes a un mástil inclinado y un contrapeso.

Existen otras cintas transportadoras, algunas con grúas, que están distribuidas por otras zonas del parque, al oeste, norte y sur. Algunas de éstas han sido desmontadas parcialmente.

Puente de hierroEstructura situada al oeste de las instalaciones y el poblado minero e inmediatamente al este de la corta principal a cielo abierto. Su longitud es de unos 20 m aproximadamente. La estructura es metálica y se apoya sobre dos pilares simples de hierro y los taludes de la vía de acceso a los vacies. Está realizado enteramente con remaches. Debió de servir para el paso de vagonetas. Posiblemente haya que datarlo antes de la década de los 30 del siglo XX.

Balsas de lodosSe sitúan las ocho balsas entre los vacies y la rambla de Alquife. Están intercomunicadas y tuvieron como misión la recogida y decantación de lodos inocuos provenientes de las plantas de tratamiento del parque minero. En 1989-1990 se realizaron en ellas ensayos de reforestación con resultados satisfactorios.

Vías pecuariasDentro de la delimitación del coto minero, se encuentran dos vías pecuarias:

La «Cañada Real de los Pasajeros». Procedente del término de Lanteira, penetra en el de Alquife, por el Cortijo Triguero y lo atraviesa, saliendo en su trazado al término de Aldeire.

La «Cañada Real del Camino de Guadix». Procedente del término de La Calahorra, penetra en el de Alquife llevando como eje de su recorrido el camino de Alquife a Alcudia de Guadix.

Los VaciesCorresponden a una gigantesca y no obstante ordenada aglomeración de materiales estériles, en su mayoría aluviones provenientes de la excavación de la gran cantera. Representa un formidable espigón de más de 2 km² que destaca sobre la llanura del Marquesado con una altitud media de unos 90 metros.

Partes integrantes del Salto de AguaEn el término municipal de Jérez del Marquesado se conserva la casa de máquinas, o también conocida como la fábrica de la luz de las minas, desde la que aprovechando el salto de agua producido por el desnivel del río Alcázar, se abastecía de electricidad a las minas durante su primer período de explotación y que hoy, permanece como único testigo de este tipo de infraestructuras eléctricas. Se trata de una casa de una sola crujía, con una sola estancia en su interior y cubierta a dos aguas, con unas dimensiones aproximadas de 15 por 8 metros. De la parte inferior del edificio salen tres canalizaciones que están parcialmente rellenos de escombros. En la actualidad, no se conserva ningún tipo de maquinaria o elementos electrógenos.

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