ACCIDENTES OCURRIDOS EN LAS MINAS DE LA UNION (MURCIA).

 

Fueron muchos los accidentes ocurridos en los trabajos de la minería de la Sierra de La Unión, como el que sucedió en el pozo minero conocido como “Mercurio“.
Era cerca de las 19:00 horas del día 23 de octubre del año 1970, cuando se estaba trabajando en el laboreo para rellenar el pozo Mercurio,(Cantera San Valentín),en las proximidades de la cantera Emilia una de las instalaciones de la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya- España, S.A, cinco trabajadores quedaron sepultadas al desplomarse el terreno, cayéndose al fondo y siendo enterrados por el material. En el suceso también llegó a sepultarse un vehículo que portaba la maquinaria de sondeos necesaria, para realizar dichos trabajos y la machacadora.

El pozo tenía 90 metros de profundidad y en sus tareas ya habían rellenado unos 30 metros de piedra de gacha y estaban completando el resto con hormigón, todo sucedió cuando se iba a dar por finalizado los trabajos por ese día, cuando de repente el piso se vino abajo y acto seguido un alud de tierra que sepultó a cinco de los seis trabajadores que allí estaban con la tarea de relleno del pozo, el portmanero, José Saura García, se salvó de ser atrapado pudo salir corriendo ya que estaba en una zona mas alejada del pozo, aunque en el intento fue golpeado por una de las grietas que el terreno hizo.

Tras el suceso enseguida comenzaron los trabajos de rescate, llegando también al lugar del suceso las primeras autoridades locales y provinciales, el gobernador civil y directivos de la empresa, interesándose por los trabajos que se realizaban para rescatar a los cinco mineros desaparecidos.



En los trabajos de rescate se emplearon tres Bulldozer y palas, ya que son máquinas muy versátiles para ir retirando la tierra. Por la noche colocaron unos potentes focos de luz para poder seguir con los trabajos de rescate.

A las doce de la noche, encontraban el cadáver de Antonio Sánchez Alcoba de 20 años de edad, recién casado y cuya esposa dejaba embarazada. Poco después transcurrido 40 minutos, se encontraba el segundo cuerpo sin vida, el de Antonio Samper Feliú de 35 años, natural de Huesca, casado y con 2 hijos.

A las 10 de la mañana del día 24 informaba el ingeniero Juan Coderch, a los medios de comunicación allí desplazados, como se estaban desarrollando las labores de rescate. Los Bulldozer, retiraban la tierra de alrededor y con unos cables que colocaron intentaban poder apartar al semienterrado camión, para así dejar un hueco que facilitaría la labor de búsqueda de esos mineros sepultados.


A las 12 del medio día lograban retirar gran cantidad de toneladas de tierra y sacar el camión que obstaculizaba las labores de salvamento, siendo visto una hora después el cuerpo sin vida de otro minero, pero debido a la inestabilidad del terreno, tuvieron que cambiar el sistema de rescate y tras varias horas de trabajo a las 18:30, lograban rescatar los cuerpos también sin vida, de Lorenzo Moya Guerra, de 44 años, natural de Porvenir de La Industria (Córdoba) casado, con 4 hijos. Y el del joven Antonio Sánchez Pagan, casado natural de La Unión, de 20 años de edad, el cual el día del accidente era su segundo día trabajando allí.

En la madrugada día 25, casi dos días después del accidente, se habían encontrado cuatro cadáveres de los mineros sepultados en la mina, y aun continuaban buscando al quinto minero desaparecido.

Al fin encontraban a Francisco González Baños, de 49 años de edad casado y vecino de Portmán, siendo éste el único superviviente de accidente sucedido en la mina y que días después declaraba que continuaría trabajando de minero.

El Obispo de la Diócesis de Cartagena se acercó al lugar del siniestro, al igual que acudió a las casas de los familiares de las víctimas.


“Aquí, el hombre y la tierra
son la misma cosa.
Trágicamente hermanos.
El minero hiere la montaña,
lo maltrata, despedaza, roba.
Un día cualquiera,
el más bello de luz y armonía,
Las piedras, las terreras, dejan su calma,
enfurecen, se dislocan,
se hacen duro mar de ríos macizos,
apretados de agonía.
Aprisionan fuertemente al minero,
enterrándole vivo.
Perdido entre estériles y menas,
permanece muchas horas, días,
haciéndole su gajo, su latido.
Muerto luego.
Acaso en el terrible instante,
el hombre cantaba tiernamente,
pensando en cosas gratas.

Amarga, dolorosa estampa
Que añade una figura más
Al numeroso retablo de olvido.

María cegarra Salcedo (Poema dedicado a los mineros)

ACCIDENTE EN LA MINA VULCANO ( 1937)

Por aquellos tiempos los menores de edad o incluso los niños de edad muy temprana tenían que dejar de asistir al colegio, ya que en las familias humildes el sueldo del padre de familia no era suficiente, así que por éste motivo y el de que éstas familias no se podían permitir que un miembro de la familia estudiara, pues los estudios costaban dinero, era muy normal que las minas estuvieran repletas de niños, que apenas tenían tiempo para jugar.

Al igual que muchas familias la mía emigró de las tierras almerienses, llegando al municipio de La Unión, los orígenes de mi familia paterna eran de Vera (Almería) desde el año 1668, naciendo mi abuelo (1894-1937) y algunos de sus hermanos en Bédar (Almería), ya que era un pueblo de actividad minera, allí casó con mi abuela que al igual que sus orígenes desde 1856 era natural de Antas (1894 – 1973), el matrimonio junto a dos de sus hijos y la suegra (1868-1933), llegaron a La Unión en 1924, aquí nacieron dos hijos más, entre ellos mi padre que era el menor (1929-1997).

Mi abuelo Diego Silvente Pérez minero de profesión, trabajó en varias minas del municipio, pero fue en la mina Vulcano, donde también trabajaban sus tres hijos varones, Antonio de 16 años de edad, Andrés de 10 y José (mi padre) de 8.

Fue en aquella mina donde un fatídico día 21 de octubre del año 1937, sufrió un accidente al derrumbarse una zona de la galería de su tajo, cayéndole un canto dejándolo atrapado, tras ser rescatado, fue trasladado al Hospital de Caridad, de la Unión, también conocido como “de la sangre“, tras estar tres días ingresado en estado muy grave y sin mejora alguna, falleció, era el día 24 de Octubre 1937, con tan sólo 43 años de edad.
El informe clínico decía lo siguiente:

Un minero procedente de la mina “Vulcano” de la sierra de La Unión...
Diagnóstico: heridas contusas en la región inguinal contusiones en las piernas, hombros... 
Pronostico: grave. Tratamiento: (en blanco). 
Evolución clínica: Peritonitis difusa Observaciones: (en blanco). 
Terminación: defunción.
Con esta fecha se me ha notificado que el herido en los trabajos de la mina Vulcano, Diego Silvente Pérez que se halla recibiendo asistencia médica en el hospital, devenga 6 pesetas diarias con cargo responsable legal del accidente. 
La Unión 21 de Octubre de 1937 por la Peservatria (compañía aseguradora) y firma el Sr. Presi- dente de la junta de gobierno del hospital de Sangre. (En lápiz pone falleció el 24).







CASI TODA UNA VIDA ENFERMO DE SILICOSIS.

Mi padre José Silvente, con tan sólo 15 años de edad, año 1944, ya tenía silicosis como consta en informes médicos. Puedo citar algunas de las muchas minas en las que trabajó como “El Concilio”, “San Juan de Navidad”, “Gloria”, ”Julio César”, “La Colosal”, “Túnel José Maestre”, etc.
Minas a las que, como nos cuenta mi madre, solía llevar como todas las mujeres la comida a sus maridos subiendo carreteras y caminos como el del 33 y la Cuesta de las Lajas, etc. Comida que a veces solía volver a traer para dar a sus hijos (mis hermanos mayores), por la escasez de la época.

Trabajó para empresas como las de Florencio Manzanares (1944), en 1947 la de Enrique Carrión Inglés, después en la de Francisco Celdrán, en el año 1949 en la Sociedad Minero Metalúrgica Zapata Portmán S.A, y años más tarde en S.M.M.Peñarroya- España S.A hasta que se retiró en 1965. A principios del año en el que deja de trabajar le dan puestos de trabajo exentos de riesgo profesional pues sólo le reconocen el primer grado de silicosis, hasta que a finales de ese año le reconocen el tercer grado (incapacidad permanente), retirándose a la edad de 36 años.
Casi media vida enfermo de silicosis y trabajando sin días festivos para sacar un sueldo mísero. Contaba mi padre que aunque la mina no se lo llevó, su muerte sería por la enfermedad de la mina, siempre trabajó bajo tierra, por tratarse de la forma que en aquellos años explotaban la minería en La Unión.
Vivió la muerte de su padre por accidente de mina, las de sus hermanos, también por la enfermedad de silicosis, y la de amigos como en lo sucedido cuando trabajaba en los tajos de la mina “El Concilio”.
Desde que tengo uso de razón siempre he recordado a mi padre como una persona valiente y bondadosa, la cual ha sacado adelante a 9 hijos. Ya retirado, y sin poder trabajar, con sus insuficiencias respiratorias, con los constantes ingresos en hospitales, y unos últimos años de su vida con las botellas de oxígeno en casa, falleció en 1997 a la edad de 67 años.


ACCIDENTE EN LA MINA EL CONCILIO.

Haré referencia del accidente catastrófico que pasó en la Mina “El Concilio” (El Gorguel), ya que el día que sucedió el accidente, fue uno de esos que mi padre no fue a trabajar porque no se encontraba con ánimo y quizás se salvó de haber encontrado la muerte.
Decía mi padre que tuvo mucha suerte al no haber acudido a trabajar, ya que debido a un despiste del maquinista, el cual debía parar las cintas al llegar éstas a su marca y por razones que se desconocen a ciencia cierta no lo hizo, se rompió la jaula que estaba arriba, cayendo pozo abajo y llevándose por medio a la que subía. Hubo varios muertos, mi padre al igual que varios de la época contaban que el maquinista vendía tabaco de contrabando “estraperlo”, se entretuvo con la venta y de ahí que se despistara. Hay quien dice que el despiste fue por encenderse un cigarro.


MONUMENTO AL MINERO

El día 15 de Junio de 2002 el municipio de La Unión estrenaba en la Plaza Joaquín Costa, frente al también emblemático edificio del Antiguo Mercado Público, una escultura dedicada a todos aquellos que dejándose la piel en el interior de la mina encontraron su muerte o por accidente o por la enfermedad de la silicosis que mata agónicamente poco a poco, era el Monumento al Minero, obra realizada por el pintor, escultor unionense Esteban Bernal Aguirre, escultura realizada en bronce fundido a la arena con una altura de casi tres metros para ser mas exactos 2 metros con 95 centímetros, siendo 5 metros la altura total ya que está depositada en una base de hormigón.



En Bédar (Almería) tierra de mineros también hay un monumento dedicado a los mineros.





CUANDO LA MINA SE TRANSFORMA EN SEPULTURA

Con fecha de 6 de septiembre del año 2010, en el periódico La Verdad, aparecía un articulo publicado por el gran periodista y amigo José Alfonso Pérez, titulado “Cuando la mina se transforma en sepultura“.- Los accidentes en la minería murciana, a lo largo de su historia, acabaron con miles de hombres y niños ahogados, golpeados, enterrados o asfixiados.

Las labores subterráneas para el aprovechamiento de mineral se han caracterizado en toda época por los altos niveles de siniestralidad, por lo que, pese a todos los adelantos técnicos, no es de extrañar lo sucedido estos días en Chile.
En cualquier caso, el refugio que ocupan los 33 mineros accidentados en la mina San José es un palmario exponente de la concienciación y el avance en materia de seguridad que separara la actividad minera actual de la de los siglos pretéritos.
Sin duda, gracias a la previsión de abrir esa pequeña galería para casos de emergencia, hoy podemos hablar de una catástrofe cuyo alcance todavía se desconoce; incierto, pero, en todo caso, esperanzador. De lo contrario, de no mediar ese cobijo, los medios de comunicación ya habrían contado la más que probable muerte y sepultura bajo tierra de sus desgraciados protagonistas.
Los mineros de Chile están en una galería de más de 700 metros de profundidad, nada comparado con Teutona (Sudáfrica), la explotación subterránea más grande y avanzada tecnológicamente del mundo, donde la mano del hombre ha conseguido llegar a los 4.000 metros para extraer oro (tardan más de 3 horas en bajar). Allí las medidas de seguridad son extremas y obsesivas para los ingenieros, pero ni por esas consiguen evitar accidentes mortales cada cierto tiempo.
Con estas puntualizaciones sobre el panorama actual no resulta difícil imaginarse las cifras de siniestralidad minera, no ya hace siglos, sino tan solo 50 o 100 años, y particularmente en Murcia.
Los investigadores de la Universidad de Murcia Miguel López Morell y Miguel Ángel Pérez de Perceval han profundizado en esta materia y concluyen que la minería metálica de la Región (Águilas, Mazarrón, Cartagena y La Unión), hoy ya abandonada, «registró miles de accidentes entre la segunda mitad del XIX y el primer tercio del XX», tiempos donde ya se realizaban estadísticas oficiales. De hecho, la provincia de Murcia encabezó los censos nacionales. De media, cada año morían entre 40 y 50 mineros. Eso era lo oficial, pero lo racional sería pensar en datos más espeluznantes todavía si tenemos en cuenta el descontrol administrativo, la rapiña en las labores, y el caos social que generó el 'boom' minero de aquellos años.
Los métodos de laboreo eran elementales. La deficiente preparación de las galerías, las inundaciones a causa de acuíferos subterráneos y las explosiones -naturales o por barrenos- provocaban accidentes constantemente.
Si estimaban viable el rescate de los desaparecidos, los mineros del propio tajo y de explotaciones vecinas formaban equipos de salvamento que trabajan 24 horas.
Si los hallaban, casi siempre estaban muertos. Si no los encontraban, aquel recóndito espacio se convertía en su cementerio.
Los mineros morían lentamente por inanición en caso de que hubieran quedado atrapados. Más rápido perdían la vida por el golpe de los cantos, aunque fuesen del tamaño de una castaña. Se ha llegado a constatar daños mortales en el cerebro de un minero tras caerle una de estas piedras desde 60 metros cuando descendía por el pozo maestro.
También fallecían enterrados por desprendimientos, ahogados por bolsas de agua en el subsuelo o asfixiados por inhalación de gases.

28 muertos en Mazarrón
El minifundismo de la labor extractiva de Mazarrón y La Unión, los dos polos más importantes de la minería murciana, «impedía la concentración de gran número de obreros en el tajo subterráneo», señalan los profesores Morell y Pérez de Perceval.
Por eso, los accidentes mineros solían afectar a cuadrillas de no más de 10 ó 20 hombres, en las que no era raro encontrar niños entre las víctimas, ya que participaban activamente en los trabajos.
De los siniestros documentados, destaca, sin embargo, el ocurrido en la mina Impensada de Mazarrón, el 16 de febrero de 1893. A muchos vecinos les sonará este nombre, puesto que así se llama una calle del municipio.
Se estaba instalando una máquina de desagüe en el fondo del pozo maestro. La explosión de un barreno para abrir el hueco donde se iba a colocar desató la irrupción de ácido carbónico, que inundó el pozo y las galerías superiores hasta 50 metros. Las labores de rescate se prolongaron durante semanas y no sirvieron sino para rescatar a 28 mineros muertos. Como anécdota, la autoridad minera ordenó tras los funerales la instalación de un timbre de alarma en la mina.
Pero, afortunadamente, la historia de los rescates de la minería murciana no se escribe toda de luto. El 19 de octubre de 1859, en la mina Consolación (La Unión), tuvo lugar un hundimiento que dejó incomunicado al trabajador Juan José Tercero. En días sucesivos, los mineros de explotaciones vecinas estuvieron ocupados en su rescate, con tan mala suerte de que otros desplomes les hicieron abandonar su empresa.
Pero Juan José seguía vivo. Había logrado ponerse a salvo en un escondite no comprometido por el desmoronamiento. Allí estuvo varios días, mientras se celebraba su funeral y los herederos se repartían los bienes.
Para su dicha, un inconformista amigo, visitando unas galerías próximas a la siniestrada, probó a llamarle por medio de golpes dados en el fondo de una de ellas. Los golpes fueron respondidos y una semana después de su desaparición, José Manuel fue rescatado.

«Yo ya he vivido más que tu»
En otras ocasiones, la abnegación y la generosidad del minero nos introducen en el terreno de la heroicidad y en los misterios que rodean al hombre. Tal fue el caso de Paco Valencia, de 46 años, capataz de minas, quien, con donaire y serenidad, entregó su vida por sus compañeros. En abril de 1916, en la mina Lola, en El Gorguel, como cada vez que colocaba un barreno, ordenaba a su cuadrilla abandonar la galería con tiempo suficiente para no sufrir los efectos de la voladura.
Una vez en el ascensor, un problema eléctrico impidió que subiera hasta la superficie. «Paco, no me quiero morir», le dijo uno de los obreros, y éste le contestó: «No temas, no te pasará nada. Yo ya he vivido más que tu». Dicho y hecho: Mandó cobijarse a sus hombres en la cuba, la tapono con espuertas y terminó por abrazarla para completar su plan de salvamento. La dinamita estalló y sus chicos se salvaron. Al día siguiente, Don Francisco fue enterrado con flores de su mujer, hijas y de los mineros que protegió. En 1969, el Ayuntamiento dio su nombre a una calle del municipio.


Quiero hacer un homenaje colocando éste articulo para todos ellos, para que nunca queden en el olvido.

Fuente y fotografías: FRANCISCO SILVENTE GONZÁLEZ
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